Anoche volviste a la luz de mi Alma, llegaste silencioso a mi cama, como un Ángel, a visitar a su otro Ángel, sin respirar, en silencio, para no despertarme, aguantando el jadeo de la añoranza, el deseo… y entraste en mis sueños. Parecía como si no hubiese pasado el tiempo, como si el dolor nunca hubiese existido, nada me ahogaba, me sentía vivo.
Te acercaste y te abracé fuerte contra mi pecho, me fundí en ti, dos corazones en un solo cuerpo, no quería despegarme de ti, me embriagué de tu aroma, te miré con los ojos llenos de lágrimas, sin querer que me los vieras, con la mirada agachada y sentí que deseabas lo mismo que yo, no irte nunca mas de mi… ni yo de ti. Estuvimos en silencio, con la mirada nos hablábamos y con el Alma nos besábamos.
Nuestras manos se convirtieron en palomas recorriendo el cuerpo del otro, todo en silencio, sólo los quejidos del amor, del deseo, de la pasión, del reencuentro, de la vida, de la añoranza, de los sabores… de sentirte de nuevo junto a mi y sentirme junto a ti.
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